Abogada del Diablo

Por ser este un foro que fora, pongo esto aquí para debatir.

En el caso de Ángel Carromero, han sobrado las versiones exculpatorias, por lo que pondré un poco de peso del otro lado de la balanza.

En política no existen gratuidades.  Cuál sería la conveniencia de eliminar a Oswaldo Payá, figura muy prestigiosa de la disidencia, que alcanzara su mayor visibilidad  dentro de Cuba por intermedio de James Carter en el hecho inédito de mencionar el Proyecto Varela ante las máximas figuras del gobierno y las cámaras de la televisión nacional.  Payá por derecho propio era considerado una figura importante para la transición democrática, pero ni era el único ni mucho menos el más conflictivo.

No encuentro el sentido a involucrar en una operación criminal, si de eso se tratara, a dos políticos extranjeros de visita en el país, y dejarles con vida para dar testimonio.  No son dos cabos sueltos cualquiera. Las oportunidades sobrarían  sin presencia foránea.

Planificar semejante operación y luego permitir que lleguen con vida a un centro médico civil aquellos a quienes supuestamente se pretende asesinar, donde además  alguien pueda dar de fe de vida de éstos, me parece descabellado.

Desde el primer momento, llamó mi atención en la única  versión de los hechos que se conoce, que es la de Carromero, que fueran hostigados y no dieran una secuencia clara del acoso a través del Twitter o de una llamada internacional, dando por sentado que el teléfono de Modig o el de de Carromero, o ambos, tenían habilitado el roaming.

Pero sobre todas las demás consideraciones, refuerza mi versión del accidente la actitud del sueco.  País e idioma ajenos, viaje con notorios opositores al gobierno y no para hacer turismo, presunta persecución de la policía política con las consecuencias que puede tener en su carrera, pero sobre todo en su vida, ¿y se duerme?!!! Su ausencia de adrenalina solo se explicaría si estuviera drogado; o tal vez Jens Aron Modig tiene una versión diferente a la de Carromero.

Que el tramo de carretera donde ocurrieron los hechos estaba en mal estado y no había señalización de advertencia, no lo pongo en duda,  como tampoco, que el auto fuera a exceso de velocidad y al percatarse el chofer de rodar sobre un tramo sin asfalto, frenara bruscamente, derrapando ya sin control para producir el accidente que segó dos valiosas vidas.

Vivir con esa responsabilidad debe ser agobiante.  Enfrentar a la familia de Payá que le reitera el apoyo y no duda de su inocencia; empañar su imagen pública con dos muertes por conducción peligrosa a pesar de tener suspendida su licencia en España.  Puede ser liberador aferrarse a la versión del atentado, ser él mismo otra víctima.

Una vez en suelo español, si es que por miedo o coacción no se atrevió a hacerlo desde Cuba, era el momento de aclarar su situación.  Es lo que hubiera hecho cualquier inocente.  No es hasta que habla con Rosa María, la hija de Payá y el Washington Post lo entrevista, que se retracta de sus declaraciones en Cuba.  Aumenta la presión de una caldera sobrecalentada por las opiniones del exilio y la disidencia, pero, de nuevo, no interpone una denuncia judicial contra el gobierno cubano (lo cual hasta podría ser beneficioso para reanimar su carrera política).  No duda en afirmar que los cuatro tripulantes del auto siniestrado estaban vivos; cita a diferentes personas como soporte de sus afirmaciones, aunque él mismo no es capaz de recordar con precisión lo que pasó, habla para los medios, pero sigue sin hacer una acusación formal.  Mi lógica no sigue su lógica.

Claro que el gobierno cubano no ayuda.  En vez de celebrar un juicio con la presencia de la prensa, pero sobre todo de la familia de los siniestrados, cuya presencia está amparada por la ley, decidió manejarlo con su secretismo habitual.  Eso, unido a su mala fama a la hora de dar versiones de sus enemigos políticos, configura el panorama donde ahora Carromero se proclama inocente.

Al margen de las diligencias para una investigación independiente o una denuncia formulada con todo derecho por la familia Payá-Acevedo, a Carromero le correspondían sus propias gestiones en pos de limpiar su imagen.

Con mi opinión, también pudiera derrapar en el terreno pedregoso en que se maneja este asunto.  Con el respeto inmenso que Oswaldo Payá merece, creo que vería perplejo como su muerte ha alejado la posibilidad de una cohesión de la disidencia, dividida en el debate atentado-accidente­, cuando el único saldo positivo por su pérdida debería servir para todo lo contrario.

Regina Coyula, La Habana

41 comentarios sobre “Abogada del Diablo

  1. Gonzalez dijo:

    La disidencia se sirvió del suceso para culpar una vez más ante el mundo (y sobre todo ante ella misma) a la dictadura de un asesinato, aunque las evidencias dijeran lo contrario.
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    Wow, que super! Esa idea de la disidencia denunciando al regimen ante ella misma esta de lujo y describe a la perfeccion lo que sucede. Como es que nunca se me ocurren cosas asi? 😦

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