Otro Gandhi.

En el imaginario colectivo hay una usual asociación de ideas entre pacifismo, o resistencia pacifica, y la figura de Gandhi. También en sentido inverso, no hay otro Gandhi que no sea el icono de la no violencia,  a menudo acompañado de una aureola de santidad y nobleza. Claro que en los tiempos descreídos que corren nos acostumbramos a ver como caen todos los mitos, y Gandhi no iba a ser una excepción. Primero apareció un libro del premio Pulitzer Joseph Lelyveld que ventila aspectos escabrosos en su vida privada: sexualidad, racismo, violencia doméstica, entre otros; texto que ha sido prohibido nada menos que por el parlamento de la región india de Gujarat. Pero desde el punto de vista político que es a fin de cuentas la sustancia principal del mito, el cuestionamiento lo hace Domenico Losurdo en su brillante ensayo “La cultura de la no violencia: Una historia alejada del mito” donde desmonta ese pacifismo militante. Losurdo repasa el papel de Gandhi en el reclutamiento de ciudadanos indios para el ejército británico en la primera guerra mundial: “me parece que si me convirtiera en reclutador en jefe, yo sería capaz de sumergirlo de hombres”, “hay que ofrecer al Imperio nuestro apoyo total y decidido”, “la India debe estar dispuesta a ofrecer en este momento crítico todos sus hijos aptos para el combate como ofrenda al Imperio”.

El entusiasmo de estas frases del apóstol indio lo alejan bastante del estereotipo pacifista y revelan a un hombre que persistía en la promoción racial  haciendo meritos junto a los británicos; tal y como ya había hecho en su estancia sudafricana defendiendo los intereses de sus conciudadanos, aun en detrimento de la población negra local: “ La nuestra es una lucha continua contra la degradación que intentan inflingirnos los europeos, que quieren rebajarnos al nivel de los rudos cafres, cuya ocupación es la caza y cuya única ambición es reunir cierto número de reses con el fin de comprar una esposa para luego vivir una existencia de indolencia y desnudez”. En esa época su preocupación no era la pirámide racial y segregacionista hacia los negros, sino que incluyeran a los indios en la minoría “civilizada” y no junto a los negros, a fin de cuentas los indios, como los ingleses “proceden de la cepa llamada indoaria y es una injusticia que se le rebaje a la categoría de rudo cafre”.Y para afirmarse no duda en citar al jurista ingles Maine: “la india posee la lengua aria mas antigua, gran cantidad de instituciones arias, costumbres arias, leyes arias y creencias arias”. Posteriormente en la rebelión de los zulúes intenta reclutar un cuerpo de voluntarios indios para “producir una impresión favorable en las mentes de los blancos insignes”.

Tras la masacre de Amritsar al terminar la guerra, en 1919, Gandhi se decepciona y desiste de pretender el reconocimiento y la cooptación india entre los ingleses: “puede que el temperamento ingles no se adapte a un estatus de perfecta igualdad con las razas negras y de color. En tal caso hay que obligarlos a retirarse de la India” Ahora ya se convierte en adalid de las independencias y la emancipación de las razas. Se sumerge por completo en la ahimsa del respeto a la vida y la no violencia, y desarrolla su nacionalismo religioso, es decir el camino al que nos tiene habituado el mito. No olvidemos que su fundamentalismo no violento llega a extremos como equiparar a Hitler y los aliados. Escribe: al principio de la guerra “no deseo la derrota de los aliados, aunque no creo que Hitler sea tan malo como lo pintan”, “la Alemania nazi  aun puede ser una potencia amistosa”; y casi al final “la guerra en si misma es un crimen contra Dios, entonces Roosevelt y Churchill son tan criminales de guerra como Hitler y Mussolini”. Y respecto a la situación de los judíos: “Pero si la mente judía pudiera estar preparada para el sufrimiento voluntario, incluso la masacre que he imaginado podría convertirse en un día de acción de gracias y de alegría de que Jehová ha acogido a la raza, incluso a través de las manos de un tirano”.

Tras conocer un poquito más sobre  Gandhi, podríamos preguntarnos si solo estamos frente a la humanización del mito, con todas las contradicciones existenciales propias de una evolución de pensamiento, o ante una pose interesada que fue más o menos útil en la consecución  de unos objetivos políticos. Yo tengo mis dudas, porque me temo que la incoherencia no es sólo cronológica, no se trata de enfrentar pensamientos de épocas diferentes en el mismo hombre. En plena guerra mundial, el Gandhi aparentemente integrista de la no violencia, no se indigna cuando el nacionalista indio Chandra Bose que si creía en la lucha armada funda el Ejercito Nacional Indio y se alía con los japoneses para expulsar a los británicos: “posees las cualidades de un gran líder, y si tu conciencia te dice que ahora es el mejor momento para atacar, hazlo lo mejor que puedas. Si tienes éxito seré el primero en felicitarte”. Acaso no es contradictorio llamar criminales a los aliados por el sólo hecho de hacer la guerra, pero cuando lo hace un indio es diferente.

Enrique García Mieres.