La Izquierda Caviar, esa Plaga Peligrosa

 Mi primer encuentro con esta especie fue en mis años de estudiante, donde conocí a  un par de acomodaditos que defendían a capa y espada lo que vivíamos en los sesentas y setentas, mientras ellos disfrutaban – gracias a las prebendas de sus papitos – de una Cuba muy diferente a la que le tocaba al pueblo de Cuba.

Siempre me ha molestado la enorme demagogia de la izquierda caviar; esa autoproclamada vanguardia (?) social, hipercrítica del sistema de mercado, que vive cómodamente dentro del capitalismo, disfrutando de todos los derechos y el bienestar que sus respectivos sistemas de gobierno les proporcionan mientras ellos se “sacrifican” y “luchan” para cambiar al mundo y hacerlo “mejor” (siempre que sea a su conveniencia, por supuesto).

Cuando de hablar sobre la situación de Cuba se trata, todos estos camaradas son expertos en la realidad de un país al que han viajado, cuando más, como turistas o invitados por el gobierno, guiados o dejándose guiar, para ver lo que se quiere que vean y luego defiendan al sistema con gran vehemencia cuando regresan a sus países capitalistas, en los que tanto gritan y defienden sus derechos a la libertad de expresión, movimiento y otros, pero cuya carencia aceptan como un mal necesario al que el pueblo de Cuba debe someterse para que la dictadura mantenga a la isla como el “faro” del socialismo, esa extraña fuente de la que estos individuos gustan de beber de vez en cuando, y si es acompañados de una mulata que levanta hasta a un muerto, pues mucho mejor.

De vez en cuando te tropiezas con alguno que asegura haber vivido por algún período en Cuba, como un cubano de a pie (comprando en la shopping,  viviendo en una buena mansión de Miramar/Vedado, auto con gasolina sin limitaciones y con los bolsillos llenos de la moneda del enemigo) y te hace una evaluación de lo bien que vive el cubano común y corriente. ¿Sí? ¡No me jodas, compadre! Si te has pasado una temporada en Cuba con divisas en tus bolsillos, vacilando el comunismo, como decimos los cubanos, con un billete de avión para cuando quieras regresar si el zapato te aprieta o simplemente cuando te aburras de la misma cantaleta, entonces no viviste allí, simplemente eras un acomodado más, dentro de otros tantos, que no es lo mismo ni se puede interpretar de la misma manera. Basándonos en esa lógica-ilógica, pues hasta Haití  se nos podría representar como un paraíso, porque estamos seguros de que los millonarios haitianos también nos dirán que allá se vive muy bien y que nada les falta.

Hablando de Haití, todos sabemos que ese es uno de los más efectivos puntos de comparación para estos camaradas, cuando de cuestionar la debacle cubana se trata, y al final, después de leer o escuchar su diatriba sobre las bondades del sistema en que vivimos en comparación con la miseria de aquel otro país, casi podríamos pensar que sólo nos falta agradecerle a la dictadura porque aun no nos mata de hambre. Efectivamente, según la lógica de estos individuos (no para ellos, pues esa sí sería diferente, muy diferente) tendríamos que dar gracias, de la misma forma que el cerdito tendría que agradecerle al campesino que lo haya alimentado toda su vida y le haya traído al veterinario para curarlo cuando tuvo parásitos. Por supuesto, ni siquiera intentemos averiguar el por qué de ese trato tan pródigo del guajiro a sus animalitos.

Parece ser que estos “camaradas” no quieren, por conveniencia, reconocer el hecho  de que  nosotros no pedimos, ni más ni menos, que se nos reconozcan los mismos derechos que ellos disfrutan en sus tan por ellos criticadas democracias imperfectas,  y por los que tanto gritan, chillan y lloran cuando alguien intenta violárselos.

Ellos tienen el derecho de criticar a sus gobiernos sin que nadie pueda ni siquiera cuestionar su patriotismo, pero si lo hacemos nosotros, es porque somos mercenarios, fascistas o terroristas. Esta última es la palabrita que ahora les gusta enarbolar hasta para calificar a las Damas de Blanco, esas “agentes” del imperio que como armas de destrucción masiva sólo llevan en sus manos claveles o gladiolos y usan un pullover con la foto de sus seres queridos que sufren largas prisiones por intentar  ejercer su derecho a expresarse libremente en contra de la dictadura cubana.

Ellos tienen el derecho a obstruir las vías de comunicación, dañar propiedad privada y pública, volcar y quemar vehículos, todo eso porque no les guste una posición determinada de un gobernante que, cada cuatro, cinco o seis años pueden cambiar con sus votos. Nosotros no tenemos el derecho a hacer una manifestación pacífica reclamando respeto para los derechos humanos porque somos también terroristas y agentes del imperio; mucho menos a pedir elecciones con partidos múltiples.

Ellos tienen el derecho reconocido a viajar a cualquier nación que les conceda una visa, pasarse media vida allí mientras mantienen sus propiedades en sus países, volver cuando les conviene, hacer con lo suyo lo que les viene en ganas y que nadie se atreva a cuestionarlos. Nosotros no podemos salir si el gobierno no nos autoriza, además de que si nos vemos obligados a salir definitivamente, nos decomisan la vivienda, las pocas pertenencias y hasta la cuenta del banco si la tenemos. Y por supuesto, esto nos convierte automáticamente en gusanos.

Ahora también nos encontramos a algunos que de cuando en vez pretenden levantar un monumento a su propia ignorancia, intentando convencernos de que el parlamento cubano es la máxima expresión de la democracia en Cuba. Por supuesto, esos mismos, son incapaces de decirnos cuando  fue la primera o última vez que hayan visto un voto en contra de cualquier ley promulgada por la Asamblea Nacional del Poder Popular. Se les podría proponer una tarea bien fácil, pidiéndoles que se pongan a discutir sobre  cualquier ley que vaya a ser implementada en sus países, entre tres o cuatro de ellos, para que nos demuestren si son capaces de llegar a una unanimidad. Podemos ir aun mas lejos con un ejemplo mucho más simple; si tres cubanos discutiendo sobre política o pelota no se pueden poner de acuerdo ¿Como rayos estos individuos  nos van a hacer creer que más de seiscientos parlamentarios van a aprobar por UNANIMIDAD una ley cualquiera sin siquiera emitir una opinión no ya abiertamente en contra, sino ligeramente diferente del contenido propuesto?

Por favor, señores, más respeto para la inteligencia humana.

Reinaldo

New Jersey